3.1.08

La armeria

El ama de llaves inclina la cabeza compungida mientras abre la última puerta del pasillo y tiende un candelabro hacia su interior. Del interior llega el aroma de la polvora y el aceite.
- Vizconde, el señor Conde me ha pedido que le trasmita sus disculpas. En realidad no le esperabamos, por lo que no ha habido tiempo de preparar una habitación adecuada a su condición. He preparado la armería para que pueda pasar esta noche al menos, si no le disgusta. Espero que pueda disculpar los inconvenientes que le estoy causando. En cuanto se haya aseado y hablado con el señor le prepararé lo que desee para calmar su estomago.
La señora se aparta dejando paso a la habitación, de reducidas dimensiones por los dos grandes armarios armeros que la ocupan y el camastro que se ha improvisado entre ellos.

Mantas de piel parda cubren el lecho, apenas un catre, dejando en el aire un tenue indicio del sudor que en más de una ocasión parece haberlas empapado. El ambiente es gélido y silencioso, un ligero temor se aferra a los huesos al pasar al interior. Bajo el ventanuco entreabierto se distingue las sombras de las herramientas con las que alguien estuvo preparando las armas que hay desmontadas en el banco de trabajo. Sus fundas reposan a un lado junto a otras de cuchillos y bandoleras.

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La niebla se enrosca húmeda y viscosa en las piernas al bajar a la planta baja. En el recibidor apenas cubre los tobillos pero en la cocina llega a la cintura. Musgo y helechos dejan su impronta en la nariz.
Un murmullo monótono rompe el frágil silencio. Parece venir de las paredes, del suelo, del techo. La escasa lumbre parece haberse rendido hace horas al frio de la noche. A traves de las pocas ventanas que hay abiertas solo se atisban sombras.

- ¡Señora! ¿Qué hace en la cocina? Debería pasar al comedor... no vaya a coger frio. La chimenea ya está encendida y la mesa preparada. Avisaré al señor de que ya le está esperando.

La mujer acompaña sus palabras con un gesto amable pero firme indicando la puerta abierta del comedor, el brillo de la chimenea se refleja en las losas del recibidor. El aroma a té recién hecho llega hasta la cocina incitante.

Mientras sube las escaleras la señora inclina la cabeza y deja pasar a Thadeus. - Sea tan amable de acompañar a la señora McFury, en seguida vuelvo para atenderles pero antes permítame que avise al señor y al Vizconde.

4 comentarios:

L Gato dijo...

Anne Marie enarca una ceja, y una sonrisa ligeramente burlona asoma a sus rasgos. Máscaras fuera... parece que las cosas no son del todo lo que parecen. Sin embargo, la solitaria criatura de fuera puede esperar, sin duda... Así que conteniendo su impaciencia por ver al pobre ser herido e intentar calmar su dolor, sigue al ama.

"Estoy rodeada de caballeros... Es terrible, me dan ganas de hacer algo terriblemente inapropiado", piensa contrita. Este tipo de impulsos son los que su familia siempre le reprocha. Dedica una sonrisa deslumbrante a Tadeus y abraza sus dos muñecos con gesto más relajado.

-¿No siente curiosidad? -le sonríe. Su gesto es quizás demasiado franco, incluso para la hija de un mercader rico-. ¿Por qué cree que nos han llamado, señor Wright? Es curioso en una casa sumida por el duelo. La tristeza parece pegarse a la piel. No recordaba algo así desde... -y termina con una sonrisa. Madre y Myste, la guerra, el asalto de su familia política no es algo que quiera sacar ahora mismo a relucir. Le palmea el hombro a Tadeus y luego va escaleras arriba-. Por fin vamos a saber por qué estamos aquí. ¿No es maravilloso? -y contiene las ganas de reír, por respeto al presunto duelo que viste la casa.

Le molestan las falsas apariencias, pero es algo que está acostumbrada a sobrellevar.

-¿De qué conoce usted al Conde de Ponthieu, también conocido como Hugo Drouet? -añade finalmente.

Unknown dijo...

- el señor drouet y yo servimos cierto tiempo en el ejercito, señoriota McFury... si bien no en el mismo ejercito, pero supongo que el servicio militar es algo que en todos los paises atrae a personas con intereses y cualidades parecidas.- dice, mientras acompaña a la señorita, e intenta reprimir educadamente su incomodidad; no es correcto estar a solas con una señorita soltera, ni que esta te palmee la espalda- Coincidimos en la escuela de artilleria de su majestad y ambos asistimos a practicamente las mismas demostraciones y conferencias de diversos productores de armamento, alli, admirando los últimos trabajos de Colt, Weatherby y Tesla es cuando se inciaron nuestras charlas; mas tarde...- tadeus se aclara ligeramente la garganta,- supongo que no tiene demasiado interes en realidad... - para nadie fuera del servicio secreto de su majestad, al menos pensó tadeus para si mismo- Soliamos encontarnos en el mismo club de caballeros, para charlar y compartir puros e historias del ejercito con otros amigos de similares preferencias. Hasta que dejo de ir, sin dejar ninguna nota o aviso; por supuesto siguio respondiendo a las cartas, pero se aseguro de que fueran impecablemente educadas y desprovistas de cualquier tipo de explicacion. hasta hace dos semanas. Y aqui estamos. Supongo que esa es toda la historia señorita McFury... ¿puedo preguntarle ahora, si no le parece descortés, cual es su relacion con el señor Drouet?

L Gato dijo...

Anne Marie se encoge de hombros ligeramente, con una sonrisa:

-Es posible que el señor Drouet fuese uno de los muchos pretendientes de mi hermana MarySue, y que coincidiéramos en alguna fiesta. Mi hermana es una belleza, ¿sabe? No nos parecemos en nada -los ojos de la joven relucen repletos de humor-. El día que se casó hubo duelo en toda América. Su pobre prometido acudió al altar con un ojo morado -ahora se le escapa una risita, recordando algunas peleas a las que asistió en directo, y a su terrible padre poniendo orden-. Lo cual no explica que me haya invitado... No recuerdo que intercambiáramos más de una docena de palabras -"aunque sí lo hace el hecho de que su casa esté llena de criaturas no del todo naturales... Como me haya traído para que haga una matanza de mitos, va fino" piensa para sí.

Anónimo dijo...

- No hay nada que disculpar, la habitación es perfecta. No se os puede culpar por lo improvisto de mi visita, pues ni yo mismo lo sabía. Lo único, si fuera tan amable de prepararme una taza de chocolate espeso y caliente, le estaría muy agradecido.

El veterano mercenario acompaño sus palabras con una sonrisa cortes, que no cálida. Con un toque al bombín, se despidió de la sirvienta, introduciéndose en la improvisada habitación.

Disfruta del silencio, del frió, e incluso del toque de humanidad que supone el temor en los huesos. Deposita sus pertenencias. Las ordena con la rapidez mecánica de la costumbre. Vierte agua en la bacinilla. Se quita la chaqueta y se remanga. Sin descubrir la cabeza, se lava el rostro y las manos. No hay espejos en la habitación, tanto mejor pues no desea ver su rostro. Se vuelve a vestir correctamente. Dejara el gabán, y antes de salir curiosea en ambos armarios armeros, sin tocar nada, con respeto. Observa el banco de trabajo, reconoce las herramientas y las armas. Un disparo resuena en el silencio de su cabeza. Recordar a quién acaba de matar es mas un acto de educación, que de humanidad. Una especie de letanía personal le obliga a pensar en la última vida arrancada, más, cuando esta es reciente. Sin embargo no se arrepiente. No es piedad o compasión, es un mínimo de consideración. Respira una vez más, hinchando sus pulmones de humedad y polvo. Acaricia las pieles del camastro. Estará cómodo con semejante mortaja. La habitación es adecuada, ha vivido más tiempo en campañas que en casas.

Abandona la habitación en espera de ver al anfitrión.