12.11.07

La alcoba señorial

El ama de llaves abre la siguiente puerta.

- Señor Wright, usted se acomodará en la alcoba de mi señor - comenta mientras enciende los quinqués que alumbran la habitación y recoge un batín de la cama. - Él se mantiene en vela junto a su hija desde hace ya muchas noches. Si desea algo, disponga del llamador.

La habitación todavia conserva el explendor de otro tiempo, algo polvoriento pero sobrio y refinado. El despacho y el armario de buen roble, la cama conyugal con el dosel de blonda y los dorados en los marcos de los retratos y en la esfera armilar revelan un buen gusto que no tiene edad.

La librería que cubre la pared izquierda tiene su contrapunto en los trofeos de caza a la derecha. Como en una representación ideal sobre los diversos cervidos y herviboros se encuentran las testas de los felinos, tigre, pantera y leon; sobre todos ellos la impresionante cabeza de un Draco Isabelino y coronando a este un sable y un rifle con los blasones familiares.

El sudor y la tierra, la sangre y la adrenalina, el terror y el gozo se reunen en esta estancia golpeando el pecho como latidos del corazón. La muerte y la supervicencia se condensan a cada aliento tomado y expulsado.

28.7.07

La habitación de la pequeña

- Me alegra su disposición, hágame el favor de guardar el arma en el armario de momento, cuando esté instalado puede guardarla en su alcoba si lo desea. Y disculpen que no me haya presentado, pero no lo creía necesario. Mi nombre es Hugo, actual patriarca de la familia Drouet y último Conde de Ponthieu, aunque a estas alturas poca importancia tenga tal título...

Su semblante, ya de por sí demacrado, refleja brevemente una profunda tristeza. Sus manos se entrelazan inquietas antes de volver su mirada hacia vosotros.

- Pero bueno, no es momento para lamentaciones vanas, me disculparán pero he de atender asuntos personales, digan al ama de llaves que me avise cuando estén instalados y hablaremos en mi estudio.

Como si estas palabras fueran una invocación la señora Nic Sinóid aparece desde la cocina con unas palmatorias.

- Tengan, les acompañaré a los aposentos que hemos preparado. - Inclinando levemente la cabeza al pasar junto al señor, asciende por las escaleras y os indica con un gesto que guardeis silencio. Tras pasar de largo varias puertas, mientras los retratos de varias generaciones os siguen con la mirada, abre una de ellas y en un susurro indica - Adelante señora, era la habitación de Anna, la pequeña de la familia, en el vestidor hay ropa apropiada de su talla si desea cambiarse. Si necesita algo toque el llamador, pero por favor hagalo suavemente.

La habitación tiene una cama con dosel amplia, al entrar la luz de la palmatoria se refleja en docenas de ojillos de cristal. En tres de las paredes hay estantes repletos de muñecas de porcelana, la cuarta pared alberga una puerta y la ventana, ambas cerradas. Un halo de ausencia impregna la estancia. Junto a la puerta hay un secreter entreabierto y a su lado un tocador, una sombra más oscura marca el lugar donde debería estar el espejo...

12.6.07

El anfitrión

- Sean bienvenidos a mi hogar. Aunque me desagrade el comportamiento tan poco apropiado que han demostrado hasta ahora, son mis invitados. Tal vez pudiera disculpar el comportamiento de la señora McFury por su condición, pero caballeros, la alta cuna a la que pertenecen ambos exige de un comportamiento correcto y un respeto a las normas de cortesía que parecen ignorar. Dejarán inmediatamente sus armas en el ropero, tal y como la señora Nic Sinóid ya ha solicitado. En cuanto lo hagan podrán acomodarse en las habitaciones.

El caballero os impreca mientras baja por las escaleras. Su vestimenta es impecable, aunque el aspecto desastrado de su cabello y barba, los ojos cansados y la aspereza de su voz rebajan considerablemente su porte. En sus grandes manos porta un anillo blasonado y la cicatriz inequívoca de un cuchillo Thuggee. Los oscuros cabellos contrastan fuertemente con la tez blanquecina, casi cadavérica en la que únicamente los ojos pardos revelan la vitalidad de vuestro interlocutor. Al final de la escalera, y en un tono más cordial, concluye:

- Y, Vizconde, lamento que el servicio no esté a su disposición en este momento, pero si tiene a bien disculpar esta pequeña falta puede usar de la cocina y la despensa como considere oportuno. Una vez se hayan acomodado y aseado, trataremos los temas que me han llevado a convocarles hasta la mansión de mi familia.

13.5.07

Un toque de atención

- ¡Dios Santo! ¿Pero qué están haciendo? - el ama de llaves baja el atizador que porta en la mano izquierda y recupera la seriedad y gravedad en la voz - Hagan el favor de comportarse y respetar las normas de la casa, sus habitaciones estarán listas enseguida y podrán descansar si lo desean. Pero, por todo lo que es Sagrado, dejen las armas en el ropero. Al señor no le gusta que nadie, ni siquiera sus invitados, vayan armados por la casa. Los niños podrían salir heridos.

La señora se gira con una mueca de desaprovación y vuelve a subir por las escaleras negando ligeramente con la cabeza.
- ¡Y cierren esa puerta! Podría entrar alguna alimaña.

Ois una conversación soto-voce en lo alto de las escaleras y los pasos firmes del ama de llaves junto a los de alguien más. Después el silencio sepulcral de la casa os vuelve a rodear al igual que la oscuridad de la entrada.

25.3.07

Interludio: Medianoche

La bestia se alza entre las rosas, la sangre mana de su hombro derecho, su pecho se hincha y dirigiendo la vista al firmamento abre las fauces en un bramido que tardais unos segundos en oir; el tono es agudo y molesto al principio, engraveciendose poco a poco, hace que las vidrieras vibren, os llega hasta los huesos y se estanca en vuestros cerebros. Al cabo de lo que os parecen horas por el dolor el sonido desaparece, aunque el ser sigue vaciando sus pulmones, finalmente os mira, lleva su garra izquierda al hombro herido y se desvanece ante vuestros llorosos ojos. Mientras lo hace un viento gélido os golpea y apaga las llamas del recibidor. En la oscuridad bañada por la luna un carrillón marca la medianoche.

...

- Y ahora, si son tan amables de pasar a resguardo, visitaremos la Mansión Drouet, lugar de gran trascendencia histórica y centro de buena cantidad de mitos locales. Según los estudiosos el enclave fue un importante centro religioso entre los siglos primero y tercero para los celtas. El avance romano hizo desaparecer toda actividad, fuera de la agrícola y ganadera, en la zona hasta la baja Edad Medía. En esta época se construyó la ermita de la parte suroeste de la mansión, si bien fue derruida y reconstruida varias veces la planta se ha mantenido fiel y en algunas de sus piedras quedan inscripciones que parecen indicar que el lugar acogió a una pequeña comunidad de no más de siete miembros. Se supone que pudo llegar a crearse una pequeña aldea en los alrededores, aunque no se han hallado evidencias. Alrededor de 1850 la familia Drouet compró las tierras circundantes a la ermita, abandonada durante al menos tres siglos y constrúyó su mansión. Y hasta hoy ha resistido dejandonos un bello ejemplo de la arquitectura Victoriana. Si no tienen incovenientes haremos una visita a la parte abierta al público de la mansión y después de un aperitivo pasaremos a los jardines y la ermita, y si se portan bien les contaré alguna de las múltiples historias de misterio que tienen por protagonista a esta bella zona.

21.3.07

La visita

Un destello y un estampido os ciegan al abrir la puerta, dejando en la mano de Tadeus una muesca y una quemadura de aspecto desagradable. La neblina parece surgir únicamente del dintel de la puerta puesto que el exterior de la casa está despejado. Una fina línea de una pasta grisacea parece dividir el universo entre el interior de la casa y su exterior.

El ser del exterior se agazapa junto al empedrado que lleva hasta la puerta, husmeando el frio aire nocturno y fijando la mirada en vosotros. Sus ojos relumbran verdosos entre las hojas del rosal, expectantes. Desde el otro lado de la mansión os llegan los sonidos de las caballerias inquietas, piafando, revolviendose en sus cuadras, coceando las puertas...


16.3.07

Sombras

La figura del exterior prosigue su avance errático por el jardín sin mostrar intención alguna en cuanto a su destino. Se acerca y aleja de la mansión cíclicamente, volviendo ocasionalmente sobre sus pasos, pero en todo momento aprovechando las sombras que proporcionan los múltiples ornamentos del exterior. Su forma resulta borrosa entre las sombras, agrandándose y encogiéndose según el momento. En los breves momentos en que abandona una sombra parece ser un cuadrúpedo, tal vez de tres o cuatro pies de alzada y cubierto de un pelo oscuro.

Las llamas del candelabro tornan verdes al acercarse al florete de Anne Marie dándole a vuestros rostros un desagradable aspecto mortuorio. La niebla bajo la puerta se enrosca en las piernas al acercaros y una sensación cosquilleante empieza a extenderse desde ellas hacia vuestro torso. Un aroma a putrefacción llena vuestras fosas nasales brevemente.

Desde las ventanas junto a la entrada principal la lluvia de estrellas se ve en su máximo explendor, recortandose contra las montañas del horizonte y haciendo que parezcan arder.

8.3.07

Escaleras sombrías

Las escaleras están en la penumbra que provoca la escasa iluminación de los candelabros del recibidor. Nadie parece estar hablando en el piso superior o las voces no llegan hasta la cocina. En las ventanas junto a la entrada se distinguen unos destellos rojizos intermitentes. La luz de la luna revela junto a las puertas del vestíbulo la misma neblina de la cocina.

La carne deja un desagradable regusto a cenizas en el paladar, a pesar de estar casi cruda su textura es áspera y seca. Fuera, en el jardín, una sombra parece moverse furtivamente hacia la casa. Las ramas de los sauces más cercanos están cubierdas de diminutos diamantes bajo el brillo de la luna y entre estos destaca fugaz el reflejo de rubies etereos.

4.3.07

El brillo de unas brasas

La amplia cocina está desierta, de sus estantes os llegan los aromas de las especias, los ahumados y los quesos del lugar. En la gran mesa hay varios platos dispuestos y una fuente con lo que parece un guisado de caza, aunque por su aspecto puede que lleve horas preparado y nadie parece haberlo tocado. La puerta del horno abierta deja ver los últimos rescoldos del día, dandole un toque tibio al espacio más cercano. Junto a la puerta trasera hay varias piezas de caza, liebres y codornices en su mayor parte, que forman un bodegón un tanto lúgubre por la sangre que ha manchado la pared y el suelo cercanos.

La puerta de la bodega está cerrada. Y una neblina grisacea surge de su parte inferior. Cuando os fijais veis que la puerta trasera también parece exudarla. Del piso superior llegan lamentos quedos y algun sollozo ahogado. A través de las ventanas podeis ver el jardín bañado por la luz de la luna, con un aspecto inquietante por los brillos extraños que asoman es su parte más alejada. Os sobresalta el chisporroteo de uno de los troncos supervivientes del hogar y un escalofrío recorre vuestras nucas.

20.1.07

Puertas cerradas

- El servicio ha salido esta noche. Hay un ligero refrigerio en la cocina, si lo desean. Hagan el favor de respetar a los moribundos. - Sin casi respirar y sin detenerse el ama de llaves os increpa mientras desaparece en el piso superior.

En la mansión tan solo se escuchan unos apagados lamentos. La araña del recibidor está totalmente apagada dejando la sala tenuemente iluminada por los candelabros que hay en las paredes. Las puertas de roble y los antiguos muros imponen un respeto en vuestros corazones que nada tiene que ver con su solidez. Poco a poco el brillo de la luna atraviesa los nubarrones dando a la estancia una apariencia fantasmagórica.